Hace algunos días estaba con mi padre, escuchando uno más de los cuentos que me lee cada noche, cuando ese curioso sonido lo interrumpió. Soltó una carcajada y, sin quitar una muy amplia sonrisa, llamó a mi madre. Hicieron gestos, dijeron agugu tata, e incluso, mientras veía su sonrisa desvanecerse poco a poco, me hicieron cosquillas esperando que yo les siguiera el juego; pero mi mente seguía reproduciendo aquel misterioso ruido.
Al día siguiente, cuando estaba jugando con mi muñeco de tela, ese sonido volvió a surgir, difícil de describir. Corto, creciente y con un final abrupto. Parecía iniciar sigilosamente, como el susurro del viento cuando se cuela a escondidas por las rendijas de la ventana, como la repetición de una “u” muy suave. Después comenzaba a tomar cualidades originales. Cambiaba su tonalidad a una “a”, como el canto característico de un ave al graznar. Tenía algo que lo separaba de los demás. Que lo hacía único. Tras eso, inició su incremento en volumen, pero se volvió un fragor que me dio la impresión de sonar a veces como el grito de una mujer o niño cuando se asustan y otras como el de un dragón cuando está siendo atacado por un héroe. Después, adoptó al llegar al clímax, un coraje y fuerza impresionantes para luego sostenerse en un tono alegre, amoroso, vivo… pero miraba a mi alrededor y no veía ninguno de estos elementos. Sólo a mis padres que, clavando la mirada en mí, parecían esperar algo.
En el transcurso de la semana ese sonido se fue haciendo más frecuente, tanto que fue perdiendo importancia, aunque seguía sin saber qué lo causaba. Recordaba lo cambiante que era y su abrupto final, y eso le agregaba prácticamente todo el misterio: su manera tan diversa de presentarse, ora sigilosa, ora especial, triste, alegre, y en un instante deja de existir. Por eso decidí encontrarlo con todas mis fuerzas; y el único patrón que había notado era que sólo se producía cuando jugaba con mi muñeco o cuando me divertía con mis padres, así que esa noche, cuando mi papá me contaba otra de sus historias, me concentré cada vez más en notar su procedencia. Se podría decir que lo quería escuchar antes de que fuera emitido… y de pronto, ¡apareció! Y ahí, por fin, lo atrapé. Descubrí su fuente y la forma de repetirlo. Entendí el por qué era tan cambiante, característico, especial. Lo hice mío, penetré en sus misterios, lo dominé. Y ese día fue grandioso. Fue el día en que, con sólo cuatro meses de edad, reconocí mi propia voz.
Al día siguiente, cuando estaba jugando con mi muñeco de tela, ese sonido volvió a surgir, difícil de describir. Corto, creciente y con un final abrupto. Parecía iniciar sigilosamente, como el susurro del viento cuando se cuela a escondidas por las rendijas de la ventana, como la repetición de una “u” muy suave. Después comenzaba a tomar cualidades originales. Cambiaba su tonalidad a una “a”, como el canto característico de un ave al graznar. Tenía algo que lo separaba de los demás. Que lo hacía único. Tras eso, inició su incremento en volumen, pero se volvió un fragor que me dio la impresión de sonar a veces como el grito de una mujer o niño cuando se asustan y otras como el de un dragón cuando está siendo atacado por un héroe. Después, adoptó al llegar al clímax, un coraje y fuerza impresionantes para luego sostenerse en un tono alegre, amoroso, vivo… pero miraba a mi alrededor y no veía ninguno de estos elementos. Sólo a mis padres que, clavando la mirada en mí, parecían esperar algo.
En el transcurso de la semana ese sonido se fue haciendo más frecuente, tanto que fue perdiendo importancia, aunque seguía sin saber qué lo causaba. Recordaba lo cambiante que era y su abrupto final, y eso le agregaba prácticamente todo el misterio: su manera tan diversa de presentarse, ora sigilosa, ora especial, triste, alegre, y en un instante deja de existir. Por eso decidí encontrarlo con todas mis fuerzas; y el único patrón que había notado era que sólo se producía cuando jugaba con mi muñeco o cuando me divertía con mis padres, así que esa noche, cuando mi papá me contaba otra de sus historias, me concentré cada vez más en notar su procedencia. Se podría decir que lo quería escuchar antes de que fuera emitido… y de pronto, ¡apareció! Y ahí, por fin, lo atrapé. Descubrí su fuente y la forma de repetirlo. Entendí el por qué era tan cambiante, característico, especial. Lo hice mío, penetré en sus misterios, lo dominé. Y ese día fue grandioso. Fue el día en que, con sólo cuatro meses de edad, reconocí mi propia voz.
Peritos
Este cuento está inspirado en mi hijo que, al día de hoy, ya cuenta con 13 meses. La idea inicial era tomar un sonido como hilo conductor de una historia. Lo que quiero plasmar en él no es mi asombro -a pesar de ser enorme- por su creciente capacidad y manera en la que va descubriendo tanto su cuerpo y habilidades como las cosas que lo rodean; sino que quiero ensalzar SU asombro y SU maravilla cuando descubre SUS manos, SU voz, etc.
M'hijo: Que tus capacidades -y el mundo en general- jamás dejen de asombrarte y servirte para crecer cada vez más como persona.
M'hijo: Que tus capacidades -y el mundo en general- jamás dejen de asombrarte y servirte para crecer cada vez más como persona.