La reunión se había prolongado. Llevaba unos segundos mirando detenidamente su reloj: tres y media de la mañana. Salió de prisa. La voz un tanto arrastrada y el mareo lo delataban. Con poco tino y suficiente concentración pudo insertar la llave en el interruptor de encendido y, sin colocarse el cinturón de seguridad, se puso en marcha. Los ciento cuarenta kilómetros por hora fueron superados a los pocos segundos de entrar a la autopista. Tres cruceros más adelante alcanzó a distinguir el saldo de un accidente: dos vehículos impactados bloqueando los carriles de la calle en su otro sentido. Sin detenerse o siquiera bajar la velocidad, sacó el celular del bolsillo. Los números le parecieron más pequeños de lo normal, forzándolo a llevarse el aparato a escasos centímetros de la cara. 0-6-6-Send.
–Cero sesenta y seis, emergencias. ¿Qué desea reportar?
–Acabo de ver un accidente sobre Bernardo Quintana a la altura del nuevo distribuidor bicentenario. Una patrulla chocó contra una ambulancia. La ambulancia se volteó.
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