martes, 22 de febrero de 2011

ACCIDENTE


La reunión se había prolongado. Llevaba unos segundos mirando detenidamente su reloj: tres y media de la mañana. Salió de prisa. La voz un tanto arrastrada y el mareo lo delataban. Con poco tino y suficiente concentración pudo insertar la llave en el interruptor de encendido y, sin colocarse el cinturón de seguridad, se puso en marcha. Los ciento cuarenta kilómetros por hora fueron superados a los pocos segundos de entrar a la autopista. Tres cruceros más adelante alcanzó a distinguir el saldo de un accidente: dos vehículos impactados bloqueando los carriles de la calle en su otro sentido. Sin detenerse o siquiera bajar la velocidad, sacó el celular del bolsillo. Los números le parecieron más pequeños de lo normal, forzándolo a llevarse el aparato a escasos centímetros de la cara. 0-6-6-Send.
–Cero sesenta y seis, emergencias. ¿Qué desea reportar?
–Acabo de ver un accidente sobre Bernardo Quintana a la altura del nuevo distribuidor bicentenario. Una patrulla chocó contra una ambulancia. La ambulancia se volteó.

Peritos

domingo, 20 de febrero de 2011

Minirrelatos

Minirrelatos
Texto libre hecho en no más de 5 minutos con un máximo de 400 caracteres (incluídos espacios y signos de puntuación). El texto debía tener la palabra "pescuezo".


Lo miré con tristeza. A todos mis hermanos les había hecho lo mismo. ¡No le importaba! Ni siquiera nos miraba al hacerlo. Sólo nos tomaba del pescuezo, nos colocaba sobre una gruesa tabla de madera, y ¡zaz! Nuestra cabeza salía rodando. Y luego decía: "¿le pongo una patita señora? ¡Así le queda más bueno el caldo!"
mr. anderson~


Nunca había experimentado tal presión. Los dedos de Gertrudis se sentían como si fueran la cuerda de una horca. En vano buscó zafarse. Gertrudis la levantó del suelo y, con un movimiento veloz, giró las manos, una hacia la derecha, otra hacia la izquierda. Su pescuezo se quebró. La olla, que la aguardaba desde hacía rato, la recibió con los brazos abiertos.
Peritos

SER

Fue entonces cuando corrió tan rápido como pudo. Los demás nos quedamos paralizados. Sus pies se movían con tal agilidad que parecieron flotar, descalzos, sobre la hierba. El viento sopló suave sobre su cara, dibujándole una sonrisa en el rostro. Tras un par de metros, sin bajar la velocidad, abrió los brazos de par en par y se transformó en vacío. Un vacío intenso, extrañamente radiante y tan absolutamente tranquilizador, que lágrimas corrieron por nuestras mejillas. No había alegría o tristeza. Era algo más profundo. Una tranquilidad indescriptible. Era paz.

Peritos

Inicios

Era tarde y el insomnio la mantenía dando vueltas en la cama. Giraba su almohada para disfrutar del frío que se sentía en la funda del lado en el que no recargaba la cabeza. Pero dos o tres minutos le duraba la satisfacción. Ya la giraba, ya se acomodaba ella, primero sobre el costado derecho, luego sobre el izquierdo, finalmente boca abajo, y volvía a girar la almohada. Tenía ya varios días así: ansiosa, intranquila. Se levantó más de alguna vez, primero a quitarse la sed, luego a evacuar su vejiga, más tarde a acariciar a su perro, que la miraba con desasosiego. Tantas vueltas en la cama le impedían a él dormir: Clara lo pateaba constantemente, y el perro enfurruñado terminó acostándose en la dureza del piso, mirándola de soslayo cuando terminó encendiendo la luz. Se sentó en su escritorio, y extrajo del cajón superior una libreta de hojas blancas que contenía ya pocas sin escritura. Eran en su mayoría garabatos o textos escritos velozmente. No se detenía a pensar, y aquella noche no sería la diferencia. Tan sólo intentar que la pluma escribiera tan rápido como ella pensara, y eso no le dejaba mucho tiempo para escribir letras bien redondeadas, o cursivas gariboleadas como en las épocas de antaño.

De pronto se sintió exhausta. Parecía que toda aquella obra de sublimación rindió efecto. Como una ola de mar golpea a las rocas que sobresalen de éste, así golpeó a Clara una oleada de sueño y cansancio que de pronto no pudo resistir. Pensó en regresar a la cama, pero sus brazos parecieron más cómodos. Los dobló para recargar allí la cabeza, y sin apagar la luz, se quedó profudnamente dormida con su perro a un lado.

mr. anderson~