domingo, 20 de febrero de 2011

Inicios

Era tarde y el insomnio la mantenía dando vueltas en la cama. Giraba su almohada para disfrutar del frío que se sentía en la funda del lado en el que no recargaba la cabeza. Pero dos o tres minutos le duraba la satisfacción. Ya la giraba, ya se acomodaba ella, primero sobre el costado derecho, luego sobre el izquierdo, finalmente boca abajo, y volvía a girar la almohada. Tenía ya varios días así: ansiosa, intranquila. Se levantó más de alguna vez, primero a quitarse la sed, luego a evacuar su vejiga, más tarde a acariciar a su perro, que la miraba con desasosiego. Tantas vueltas en la cama le impedían a él dormir: Clara lo pateaba constantemente, y el perro enfurruñado terminó acostándose en la dureza del piso, mirándola de soslayo cuando terminó encendiendo la luz. Se sentó en su escritorio, y extrajo del cajón superior una libreta de hojas blancas que contenía ya pocas sin escritura. Eran en su mayoría garabatos o textos escritos velozmente. No se detenía a pensar, y aquella noche no sería la diferencia. Tan sólo intentar que la pluma escribiera tan rápido como ella pensara, y eso no le dejaba mucho tiempo para escribir letras bien redondeadas, o cursivas gariboleadas como en las épocas de antaño.

De pronto se sintió exhausta. Parecía que toda aquella obra de sublimación rindió efecto. Como una ola de mar golpea a las rocas que sobresalen de éste, así golpeó a Clara una oleada de sueño y cansancio que de pronto no pudo resistir. Pensó en regresar a la cama, pero sus brazos parecieron más cómodos. Los dobló para recargar allí la cabeza, y sin apagar la luz, se quedó profudnamente dormida con su perro a un lado.

mr. anderson~

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