miércoles, 23 de septiembre de 2009

DOS MINUTOS

El muy desgraciado se llama Noé. Me convenció de tener relaciones con él, y yo de bruta accedí. No puedo creerlo aún. Tengo que admitir que aunque la idea me sonaba atractiva, en realidad lo hice para que mi papá, que tiene sus muchas mujeres, lo viera como lo veo yo; pero ahora creo que si se entera me mata. De verdad. Lo creo capaz de apedrearme a mí y al bruto de Noé. Y lo que más me duele es que todo lo que me había imaginado de ese momento fue pura mentira. No fue mágico ni maravilloso; es más, incluso es un mal recuerdo. Una pesadilla. Me siento sucia, y encima de eso, usada. Tal vez eso es lo que más me duele: el haber sido usada… manipulada por mi padre y usada por Noé.

Ahora tengo que lidiar con otro problemón. Jamás imaginé que con una sola vez pudieras quedar embarazada. ¡UNA SOLA VEZ!... y ni siquiera me gustó. De ahora en adelante, aparte de los pañales, biberones y las broncas de dinero, ¡no tengo tiempo para disfrutar con los de mi edad! La vida es un asco. Y cuando crees que todo va mejorando porque el “bebé” (Roberto, igual que mi papá) deja los pañales, pues te topas con la sorpresa de que comienza a caminar y que no le puedes quitar la vista un solo segundo porque todo agarra, grita, patalea, etc., y en poco tiempo se vuelve un adolescente, y ¿qué pasa si sigue mis pasos? ¿Si embaraza a una chica y luego tiene que repetir este infierno una y otra vez? ¿Cómo le dices a un hijo que no cometa el mismo error que tú, cuando a él es al que consideras el error? ¿Cómo educar a un hijo si tú misma no fuiste encaminada?

Lo único bueno de todo esto tal vez sería el tener a una persona nacida de tu propia sangre, que te llama “mamá” y que te considera lo más importante en este planeta. Que ha salido adelante gracias a tu guía y que te llena de orgullo con cada movimiento que hace…

– Negativo.
– ¿Qué? –pregunté repentinamente sacada de mis pensamientos.
– Negativo. No estás embarazada. ¿Estas cosas sí serán seguras? –preguntó Miriam, mi mejor y única amiga.
– No lo sé, pero no quiero averiguarlo en una segunda ocasión. No quiero volver a ver a Noé nunca. –le dije, y tras esto, guardé silencio. No quería que Miriam notara hasta dónde me había llevado mi imaginación en esos dos minutos que tardó la prueba en arrojar el resultado. Y no quería que lo notara, porque a pesar de que me sentía aliviada, también añoraba ya al hijo que aún no había nacido.

Peritos.

En esta ocasión basé el personaje en un personaje de una obra de teatro titulada "Cosas de muchachos". El personaje es una adolescente, hija de un padre machista que la tacha de prostituta si utiliza faldas por encima de la rodilla, que cursa la secundaria y queda embarazada por un encuentro sexual con un compañero de la escuela. En el cuento, la historia la modifiqué para que el embarazo no ocurriera.
La idea del cuento es doble: primero mostrar la ambivalencia que tiene la mente al procesar una idea, yendo de un extremo al otro sin considerarlos contradictorios (aunque lo sean); y posteriormente plasmar todo el proceso mental que a veces nos quita tiempo y energía, y que nos sumerge en una historia que no ha sucedido o, peor aún, que jamás sucederá.

viernes, 4 de septiembre de 2009

Lluvia de estrellas

Aquella mañana, el agua del manantial amaneció más cristalina que nunca, su reflejo era casi perfecto, podías ver el cielo a través de él.
Regina observaba cautelosamente el vaivén del agua, sus ojos azules no podían dejar de ver cómo el viento jugaba con todo lo que le rodeaba. Desde el manantial, las ramas de los árboles, que se agitaban ocasionando que algunos limones cayeran al campo, incluso sus despeinados caireles negros jugaban con el aire.
La tranquilidad que proyectaba el agua despertó en Regina las ganas de tocarla, así que se puso en cuclillas, sin percatarse que justo donde pisó había una roca cubierta por lama, Regina resbaló, dio un sentón que ni sus huaraches, ni su vestido rojo, se salvaron de quedar cubiertos por el lodo; se enfadó al saberse sucia, -¡ayyy¡, gritó Regina y después de semejante grito, todo el campo quedó en infinita calma.
De pronto, aquella tranquilidad finalizó en un abrir y cerrar de ojos, cuando un brillo deslumbrante logro hipnotizar a Regina, era como si algo muy bello la estuviera llamando.
Ella, cautelosa observó al fondo del manantial, como si su ambición buscará algo, como si aquel brillo quisiera someter a todas las miradas, Regina no dejaría pasar una oportunidad así, tenía que averiguar qué era aquella luz, qué irradiaba tanto misterio.
No podía creerlo, volteaba para todas direcciones en busca de una explicación, se pellizcó las mejillas con sus blancas manos afiladas, quería cerciorase que no estuviera soñando, se aproximó a la orilla, con cuidado metió los pies, y al fin lo vio.
Nadie la observaba, era ella y su nuevo tesoro, “una pieza más para mi colección”, pensó Regina, la volteo a ver, hizo una pequeña mueca y la agarró, la apretaba fuerte, tan fuerte que la estrella al fin despertó, pero al abrir los ojos, no le agradó lo que se encontró, -¡Es ella! Pensó la estrella; se sentía perdida, desesperada, fue en ese instante cuando supo que nunca regresaría. La estrella volteó al cielo, esperanzada, pero no podía ver más allá del sol.

jueves, 3 de septiembre de 2009

Ejercicio de creación de personaje

CARACTERÍSTICAS OBLIGATORIAS DEL PERSONAJE:
-Adolescente, rebelde, impulsivo y noble


La mudanza a aquella ciudad había resultado tortuosa para Paulina. Tan pequeña, tan desolada, tan desconocida... Caras extrañas aquí y allá, todos tan serios, tan apacibles, tan aburridos. Extrañaba a la gente que había dejado atrás, y la comunicación vía cibernética con ellos nunca era suficiente. "Quiero regresar" era una frase que desde hace ya varios días escribía constantemente en su diario. "Quiero regresar".

Las batallas con su madre se habían convertido en acción cotidiana desde el primer día en su nuevo hogar. Ella pedía a su hija que hiciera los quehaceres comunes que toda madre exige a un hijo. Antes, sin embargo, previos reclamos y gestos de fastidio, Paulina obedecía. Pero ahora su expresión se mostraba vacía, y se limitaba a respuestas monosilábicas. "No", "no", "no" era el nuevo léxico cotidiano de la chica que empezaría pronto el segundo año de la preparatoria. Y cuando su madre la perseguía por las escaleras, Paulina por delante, para exigir una respuesta contraria a la común, un azotón de puerta le cerraba el paso, y el estéreo a volúmenes ensordecedores la callaban temporalmente.

Paulina extrañaba demasiado a sus amigas.

mr. anderson~
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miércoles, 2 de septiembre de 2009

A DOS AÑOS DE DISTANCIA

Los humanos percibimos el tiempo de forma curiosa. A mucha gente dos años de espera pueden parecerles soportables, pero para mí dos años de espera para poder tener mi licencia son una eternidad –le comentaba al Pepe–. Todos los días tengo que chillarle a mi padre para ver si lo convenzo de que me firme una responsiva para sacar mi permiso provisional, ¡pero no!, el señor no puede hacerse responsable porque dice que todavía no estoy en edad de conducir, ¡por favor!

–Pu’s yo digo que ya te debería prestar el auto. Sería muy útil en días como hoy.
–¿Hoy? ¿Hay algo hoy?
–¡No mames! ¿Cómo no te vas a acordar? Hoy es el cumpleaños de Miranda. ¡Te dije en clase de mate!
–Güey, ¡ni la conoces!
–Lo sé, pero eso no me impide amarla en secreto, ¿o sí?
–No. La neta no. Es más, si tanto te gusta, agárrate tu guitarra y nos vamos pa’ su casa. Dos o tres canciones y a ver qué sucede. Capaz que por lo menos se acuerda de tu nombre.
–Si sí se lo sabe, sólo que se le olvidó. Además no pienso caminar hasta allá. Tengo pies delicados -dijo, mostrando entre risas el calcetín por el que asomaba un muy animado dedo gordo de su pie derecho.
–Entonces vámonos en el carro. Mi jefe seguro ya está jetón, y si lo ponemos en neutral y lo prendemos aquí a la vuelta, no creo que escuche. Que le sirva de lección para que empiece a ver que si quiero manejar, puedo manejar.
–No lo sé. ¿Y si pasa algo?, ¿o si chocamos?
–¡’Uta! Ya te pareces a mi abuelita. ¿Jalas o no?
–Si estás seguro que no va a pasar nada, todo sea por el amor. ¡Vamos!

Las llaves del auto estaban donde siempre. Las tomamos sin complicaciones. Entramos en el vocho –que siempre se queda enfrente de la casa– y lo empujamos en neutral hasta donde creíamos que el ruido no iba a despertar a mi papá. Lo encendimos. Jaló a toda madre. El Pepe se trepó con la guitarra abrazada y las manos sudorosas. Me cae que en ese momento casi se estaba orinando del miedo. Llegamos a la casa de la tal Miranda, nos estacionamos abajito del balcón de su cuarto y, sentados en la defensa delantera, comenzamos nuestro “show”.
Si de por sí el Pepe no es un as en la guitarra, es una chingonería cuando me pongo a cantar a su lado. Pocas son las serenatas que al escucharlas hacen que se rechinen los dientes de ansia, pero esta las superó a todas… y por mucho. Apenas íbamos “calentando gargantas”, cuando la ventana del balcón se iluminó. Al guitarrista de plano se lo comieron los nervios, porque no dio ni una nota correcta a partir de ahí; pero nuestra sorpresa fue grande cuando la persona que salió al balcón no era Miranda sino su papá. ¡En la madre!
Yo nunca me he distinguido por pensar las cosas antes de hacerlas, así que solté algo así como: “Mejor deja que salga la Miris” antes de golpearme la frente por imbécil. Para cuando yo iniciaba a carburar lo que había hecho, el Pepe ya estaba en el auto gritándome como histérico: “¡Vámonos güey! ¡Su jefe tiene un carácter de la reata!”. Apenas escuché eso, corrí al asiento del conductor para iniciar la huida. La marcha estaba sonando cuando un ruido sordo –¡CRAC! – se escuchó: una maceta estaba ya en el centro del parabrisas, y seguramente más le habrían seguido si no hubiera pisado el acelerador hasta el fondo. En mi aturdimiento, al doblar en la avenida grande que nos llevaría de vuelta a mi casa, un estúpido poste tuvo el buen tino de ubicarse exactamente en nuestro camino. Para cuando pisé el freno ya nos habíamos detenido casi por completo. El carro estaba de verdad jodido.

–Ahora sí nos va a ir como en feria –dijo–. Y yo que apenas voy saliendo de mi castigo por emborrachar al perro con cerveza.

La puritita verdad es que yo ya estaba más que hundido con este barco, pero no tenía que llevarme a nadie más conmigo; después de todo yo había sido el de la idea de tomar el coche en un principio.

–Mi Pepe, yo creo que mejor véle caminando para tu casa. A mí ya me cargó el payaso, pero tú sí te puedes salvar. Ahorita le hablo a mi jefe y a ver de a cómo me toca. Ni modo.

Aquel jaló para su casa, yo tuve que explicarle a mi padre lo sucedido. De mis domingos estoy pagando el nuevo parabrisas y la hojalatería del carro. Definitivamente los humanos percibimos el tiempo de forma curiosa. Ahora, dos años sin licencia pueden parecerme soportables; pero dos meses sin dinero, videojuegos y pachangas con el Pepe… ¡eso sí que es la muerte!

Peritos.

EJERCICIO: Crear un personaje adolescente, 16 años, rebelde, impulsivo y noble. ¿Lo logré?