Los humanos percibimos el tiempo de forma curiosa. A mucha gente dos años de espera pueden parecerles soportables, pero para mí dos años de espera para poder tener mi licencia son una eternidad –le comentaba al Pepe–. Todos los días tengo que chillarle a mi padre para ver si lo convenzo de que me firme una responsiva para sacar mi permiso provisional, ¡pero no!, el señor no puede hacerse responsable porque dice que todavía no estoy en edad de conducir, ¡por favor!
–Pu’s yo digo que ya te debería prestar el auto. Sería muy útil en días como hoy.–¿Hoy? ¿Hay algo hoy?
–¡No mames! ¿Cómo no te vas a acordar? Hoy es el cumpleaños de Miranda. ¡Te dije en clase de mate!
–Güey, ¡ni la conoces!
–Lo sé, pero eso no me impide amarla en secreto, ¿o sí?
–No. La neta no. Es más, si tanto te gusta, agárrate tu guitarra y nos vamos pa’ su casa. Dos o tres canciones y a ver qué sucede. Capaz que por lo menos se acuerda de tu nombre.
–Si sí se lo sabe, sólo que se le olvidó. Además no pienso caminar hasta allá. Tengo pies delicados -dijo, mostrando entre risas el calcetín por el que asomaba un muy animado dedo gordo de su pie derecho.
–Entonces vámonos en el carro. Mi jefe seguro ya está jetón, y si lo ponemos en neutral y lo prendemos aquí a la vuelta, no creo que escuche. Que le sirva de lección para que empiece a ver que si quiero manejar, puedo manejar.
–No lo sé. ¿Y si pasa algo?, ¿o si chocamos?
–¡’Uta! Ya te pareces a mi abuelita. ¿Jalas o no?
–Si estás seguro que no va a pasar nada, todo sea por el amor. ¡Vamos!
Las llaves del auto estaban donde siempre. Las tomamos sin complicaciones. Entramos en el vocho –que siempre se queda enfrente de la casa– y lo empujamos en neutral hasta donde creíamos que el ruido no iba a despertar a mi papá. Lo encendimos. Jaló a toda madre. El Pepe se trepó con la guitarra abrazada y las manos sudorosas. Me cae que en ese momento casi se estaba orinando del miedo. Llegamos a la casa de la tal Miranda, nos estacionamos abajito del balcón de su cuarto y, sentados en la defensa delantera, comenzamos nuestro “show”.
Si de por sí el Pepe no es un as en la guitarra, es una chingonería cuando me pongo a cantar a su lado. Pocas son las serenatas que al escucharlas hacen que se rechinen los dientes de ansia, pero esta las superó a todas… y por mucho. Apenas íbamos “calentando gargantas”, cuando la ventana del balcón se iluminó. Al guitarrista de plano se lo comieron los nervios, porque no dio ni una nota correcta a partir de ahí; pero nuestra sorpresa fue grande cuando la persona que salió al balcón no era Miranda sino su papá. ¡En la madre!
Yo nunca me he distinguido por pensar las cosas antes de hacerlas, así que solté algo así como: “Mejor deja que salga la Miris” antes de golpearme la frente por imbécil. Para cuando yo iniciaba a carburar lo que había hecho, el Pepe ya estaba en el auto gritándome como histérico: “¡Vámonos güey! ¡Su jefe tiene un carácter de la reata!”. Apenas escuché eso, corrí al asiento del conductor para iniciar la huida. La marcha estaba sonando cuando un ruido sordo –¡CRAC! – se escuchó: una maceta estaba ya en el centro del parabrisas, y seguramente más le habrían seguido si no hubiera pisado el acelerador hasta el fondo. En mi aturdimiento, al doblar en la avenida grande que nos llevaría de vuelta a mi casa, un estúpido poste tuvo el buen tino de ubicarse exactamente en nuestro camino. Para cuando pisé el freno ya nos habíamos detenido casi por completo. El carro estaba de verdad jodido.
–Ahora sí nos va a ir como en feria –dijo–. Y yo que apenas voy saliendo de mi castigo por emborrachar al perro con cerveza.La puritita verdad es que yo ya estaba más que hundido con este barco, pero no tenía que llevarme a nadie más conmigo; después de todo yo había sido el de la idea de tomar el coche en un principio.
–Mi Pepe, yo creo que mejor véle caminando para tu casa. A mí ya me cargó el payaso, pero tú sí te puedes salvar. Ahorita le hablo a mi jefe y a ver de a cómo me toca. Ni modo.Aquel jaló para su casa, yo tuve que explicarle a mi padre lo sucedido. De mis domingos estoy pagando el nuevo parabrisas y la hojalatería del carro. Definitivamente los humanos percibimos el tiempo de forma curiosa. Ahora, dos años sin licencia pueden parecerme soportables; pero dos meses sin dinero, videojuegos y pachangas con el Pepe… ¡eso sí que es la muerte!
Peritos.
EJERCICIO: Crear un personaje adolescente, 16 años, rebelde, impulsivo y noble. ¿Lo logré?
2 comentarios:
Hola! El ejercicio está súper divertido. Me gustó mucho la historia y es una buena reflexión sobre el tiempo. Saludos!
Bien lograda la creación del personaje: El cuento es bueno; humorístico, con el lenguaje adecuado a los adolescentes.
Publicar un comentario